Hola a todos!!
Y hoy estoy con la resaca del festejo de mi cumpleaños y con ganas de saborear una escena de mis lindos boxeadores. ¿Se animan a acompañarme?
Este es un recuerdo de Dominic... pronto si se portan bien les traeré más. Y, si les pica el bichito de la curiosidad, no se pierdan de adquirir la novela.
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Ya saben dónde comprarla pero, por las dudas, les dejo los enlaces.
Y no se olviden que en Khabox Tienda pueden adquirir la versión ilustrada que está para chuparse los dedos.
Estaba
a un costado del cuadrilátero, observando cómo los dos hombres allí se
enfrentaban. Ambos estaban vestidos sólo con unos pantaloncillos; sus manos
vendadas y enfundadas en guantes rojos. Un casco protector cubría casi
completamente sus cabezas, dejando una rendija para sus ojos y sus bocas que
portaban protector bucal haciendo que los labios fueran más gruesos, más
carnosos, provocadores.
Yo,
con apenas catorce años, ya sabía que me gustaban los hombres. Las niñas me
parecían bobas, pero ver un cuerpo musculoso sudando en el cuadrilátero me
excitaba tanto que tenía que salir corriendo a mi casa para masturbarme.
Aquel
día no fue la excepción. Francisco y Manuel estaban midiendo sus habilidades.
El sudor corría por sus torsos desnudos, sus músculos se tensaban y sus ojos se
alineaban unos a los otros. Se estudiaban, analizando los puntos débiles de su
oponente.
Una
derecha que acertó en el blanco hizo que Manuel se tambaleara. La campana sonó
y yo salí de mi sueño húmedo en un segundo. La voz chillona de mi padre hizo
que mi erección muriera. Mi polla, ahora flácida, no revelaba el momento de
excitación y necesidad que había vivido hacía solo un instante.
—¡Dominic!
¿Dónde se metió ese muchacho? —La voz estridente de mi padre, il Signore Carlos
Petrucci, resonó en el cuadrilátero. El silencio precedió a sus gritos y yo
salí de mi escondite—. Ahí estás, ven, acércate —exigió mi padre mirándome con
esos ojos que parecían descubrir cada sucio pensamiento en mí.
Junto
a mi padre estaba un muchacho extranjero, alto, de piel morena y ojos de un verde
muy claro. Me lo quedé mirando, maravillado. Llevaba ropa holgada por lo que no
pude distinguir si tenía buena musculatura o era un debilucho como yo.
—Padre,
¿qué necesitas? —pregunté acercándome a él, con algo de temor en mi voz.
—Este
es Xander Samaras. Su familia acaba de llegar a Italia desde Grecia. Su padre
empezó a trabajar como entrenador para mí. Xander practicará contigo en el
cuadrilátero. Ya es hora que empieces a demostrar tu valía como hombre.
—¿Yo,
pelear? —pregunté casi con un chillido ahogado. Jamás le replicaba a mi padre,
eso sería un suicidio, pero ahora estaba tan aturdido que el temor por los
posibles golpes que recibiría a causa de mi atrevimiento estaba olvidado en
algún rincón de mi cerebro.
Mi
padre estaba rojo por la furia y, si las miradas mataran, de seguro yo ya
estaría muerto. Tragué el nudo que se había formado en mi garganta, mis ojos
aguados ya sintiendo la azotaina que vendría al llegar a casa.
—¿Acaso
no soy claro cuando hablo, muchacho? Vayan a cambiarse, los quiero a los dos en
el cuadrilátero. ¡Ahora! —Sus gritos fueron acompañados por los gestos obscenos
de sus manos.
Sin
perder tiempo, giré y corrí hacia los vestuarios seguido de cerca por Xander.
Allí estaba el asistente del entrenador de los boxeadores, sonriendo
maliciosamente.
—Dominic,
vas a tener que trabajar mucho para poder satisfacer a tu padre.
—Enrico,
no necesito tus burlas ahora —gruñí lleno de rabia. Él solo tenía algunos años
más que yo pero se creía muy maduro y superior.
—Cuando
sea entrenador harás lo que yo diga y sin rechistar —me gritó Enrico con furia.
El chico tenía agallas para gritarle al hijo del jefe, eso debía reconocérselo.
En
silencio, me desvestí y me puse unos pantaloncillos reglamentarios de color
azul para enfrentarme a Xander.
Cuando me acerqué a Enrico para que me
colocara las vendas en las manos, casi me caigo de culo al ver a Xander en todo
su esplendor. Su torso era amplio y musculoso, su piel lisa y con poco vello. Quería
pasar la lengua por toda esa sedosa y brillante piel sin detenerme, al sur,
hasta atrapar entre mis labios la gruesa y larga polla que seguramente Xander
tendría. La cintura de los pantaloncillos amarillos dejaba ver su ombligo y
sentí la necesidad de lamerlo. En su lugar, pasé la lengua por mis labios,
saboreando anticipadamente esa piel más oscura que la mía que brillaba a la luz
estridente del vestuario.
Sacudiendo
la lujuria fuera de mi cabeza, ofrecí las manos a Enrico y pronto estuve listo
para colocarme los guantes y dirigirme al cuadrilátero.
Me
sentía nervioso, era la primera vez que mi padre se había dignado a fijarse en mí,
en hacer que demostrara mis habilidades. Yo había entrenado en silencio;
corría, saltaba la soga y daba golpes en el saco de boxeo. Pero jamás había
estado frente a frente con un oponente. Odiaba defraudar a mi padre y hacer el
ridículo, pero parecía que siempre conseguía ese efecto. Ahora tenía que hacer mi
mejor esfuerzo. No conocía a Xander, tal vez el chico era un buen boxeador, tal
vez iba a derribarme en el primer golpe. Tal vez…
La
campana sonó y volví a la realidad. Vi rápidamente el cuerpo musculoso de Xander
tensarse, subir los puños en alto y arremeter contra mí. Se veía tan
jodidamente caliente que me quedé quieto, mirando, esperando. El golpe llegó
demasiado pronto y caí al suelo.
Había
sido demasiado bueno para ser cierto. El mundo a mi alrededor se oscureció y lo
último que escuché en la lejanía fueron los gritos de mi padre maldiciéndome y
la dulce, rica voz en mi oído de Xander que me decía: “Lo lamento”.
huy!!!!!!!!,,,,ke lindo.....ahhhhhhh!.....se ve estupendo....
ResponderEliminarGabyyyy me alegroo que te haayas divertido wn tu cumpleee...
ResponderEliminarAmooo todas tus historias...
Escribes de maravilla!
Que bien pinta!!!!!
ResponderEliminarMe alegro que disfrutaras tu cumple.