domingo, 13 de abril de 2014

Hola a todos!!

Y hoy estoy con la resaca del festejo de mi cumpleaños y con ganas de saborear una escena de mis lindos boxeadores. ¿Se animan a acompañarme? 

Este es un recuerdo de Dominic... pronto si se portan bien les traeré más. Y, si les pica el bichito de la curiosidad, no se pierdan de adquirir la novela.


Ya saben dónde comprarla pero, por las dudas, les dejo los enlaces.
Y no se olviden que en Khabox Tienda pueden adquirir la versión ilustrada que está para chuparse los dedos.







Estaba a un costado del cuadrilátero, observando cómo los dos hombres allí se enfrentaban. Ambos estaban vestidos sólo con unos pantaloncillos; sus manos vendadas y enfundadas en guantes rojos. Un casco protector cubría casi completamente sus cabezas, dejando una rendija para sus ojos y sus bocas que portaban protector bucal haciendo que los labios fueran más gruesos, más carnosos, provocadores.
Yo, con apenas catorce años, ya sabía que me gustaban los hombres. Las niñas me parecían bobas, pero ver un cuerpo musculoso sudando en el cuadrilátero me excitaba tanto que tenía que salir corriendo a mi casa para masturbarme.
Aquel día no fue la excepción. Francisco y Manuel estaban midiendo sus habilidades. El sudor corría por sus torsos desnudos, sus músculos se tensaban y sus ojos se alineaban unos a los otros. Se estudiaban, analizando los puntos débiles de su oponente.
Una derecha que acertó en el blanco hizo que Manuel se tambaleara. La campana sonó y yo salí de mi sueño húmedo en un segundo. La voz chillona de mi padre hizo que mi erección muriera. Mi polla, ahora flácida, no revelaba el momento de excitación y necesidad que había vivido hacía solo un instante.
—¡Dominic! ¿Dónde se metió ese muchacho? —La voz estridente de mi padre, il Signore Carlos Petrucci, resonó en el cuadrilátero. El silencio precedió a sus gritos y yo salí de mi escondite—. Ahí estás, ven, acércate —exigió mi padre mirándome con esos ojos que parecían descubrir cada sucio pensamiento en mí.
Junto a mi padre estaba un muchacho extranjero, alto, de piel morena y ojos de un verde muy claro. Me lo quedé mirando, maravillado. Llevaba ropa holgada por lo que no pude distinguir si tenía buena musculatura o era un debilucho como yo.
—Padre, ¿qué necesitas? —pregunté acercándome a él, con algo de temor en mi voz.
—Este es Xander Samaras. Su familia acaba de llegar a Italia desde Grecia. Su padre empezó a trabajar como entrenador para mí. Xander practicará contigo en el cuadrilátero. Ya es hora que empieces a demostrar tu valía como hombre.
—¿Yo, pelear? —pregunté casi con un chillido ahogado. Jamás le replicaba a mi padre, eso sería un suicidio, pero ahora estaba tan aturdido que el temor por los posibles golpes que recibiría a causa de mi atrevimiento estaba olvidado en algún rincón de mi cerebro.
Mi padre estaba rojo por la furia y, si las miradas mataran, de seguro yo ya estaría muerto. Tragué el nudo que se había formado en mi garganta, mis ojos aguados ya sintiendo la azotaina que vendría al llegar a casa.
—¿Acaso no soy claro cuando hablo, muchacho? Vayan a cambiarse, los quiero a los dos en el cuadrilátero. ¡Ahora! —Sus gritos fueron acompañados por los gestos obscenos de sus manos.
Sin perder tiempo, giré y corrí hacia los vestuarios seguido de cerca por Xander. Allí estaba el asistente del entrenador de los boxeadores, sonriendo maliciosamente.
—Dominic, vas a tener que trabajar mucho para poder satisfacer a tu padre.
—Enrico, no necesito tus burlas ahora —gruñí lleno de rabia. Él solo tenía algunos años más que yo pero se creía muy maduro y superior.
—Cuando sea entrenador harás lo que yo diga y sin rechistar —me gritó Enrico con furia. El chico tenía agallas para gritarle al hijo del jefe, eso debía reconocérselo.
En silencio, me desvestí y me puse unos pantaloncillos reglamentarios de color azul para enfrentarme a Xander.
 Cuando me acerqué a Enrico para que me colocara las vendas en las manos, casi me caigo de culo al ver a Xander en todo su esplendor. Su torso era amplio y musculoso, su piel lisa y con poco vello. Quería pasar la lengua por toda esa sedosa y brillante piel sin detenerme, al sur, hasta atrapar entre mis labios la gruesa y larga polla que seguramente Xander tendría. La cintura de los pantaloncillos amarillos dejaba ver su ombligo y sentí la necesidad de lamerlo. En su lugar, pasé la lengua por mis labios, saboreando anticipadamente esa piel más oscura que la mía que brillaba a la luz estridente del vestuario.
Sacudiendo la lujuria fuera de mi cabeza, ofrecí las manos a Enrico y pronto estuve listo para colocarme los guantes y dirigirme al cuadrilátero.
Me sentía nervioso, era la primera vez que mi padre se había dignado a fijarse en mí, en hacer que demostrara mis habilidades. Yo había entrenado en silencio; corría, saltaba la soga y daba golpes en el saco de boxeo. Pero jamás había estado frente a frente con un oponente. Odiaba defraudar a mi padre y hacer el ridículo, pero parecía que siempre conseguía ese efecto. Ahora tenía que hacer mi mejor esfuerzo. No conocía a Xander, tal vez el chico era un buen boxeador, tal vez iba a derribarme en el primer golpe. Tal vez…
La campana sonó y volví a la realidad. Vi rápidamente el cuerpo musculoso de Xander tensarse, subir los puños en alto y arremeter contra mí. Se veía tan jodidamente caliente que me quedé quieto, mirando, esperando. El golpe llegó demasiado pronto y caí al suelo.

Había sido demasiado bueno para ser cierto. El mundo a mi alrededor se oscureció y lo último que escuché en la lejanía fueron los gritos de mi padre maldiciéndome y la dulce, rica voz en mi oído de Xander que me decía: “Lo lamento”.



3 comentarios:

  1. huy!!!!!!!!,,,,ke lindo.....ahhhhhhh!.....se ve estupendo....

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  2. Gabyyyy me alegroo que te haayas divertido wn tu cumpleee...
    Amooo todas tus historias...
    Escribes de maravilla!

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  3. Que bien pinta!!!!!

    Me alegro que disfrutaras tu cumple.

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